te sentís cuando una mañana de repente te encontrás hablando por teléfono, fervientemente, con el entusiasmo que uno pondría al contar planes para riqueza inmensurada e inmediata, para conquistar el mundo, y tu mamá te dice que no te entiende, y se te caga de risa, diciendo que “estás dormidísimo, pelotudo!”.
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